Historias

Diana Rutkus

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Nací en 1964. Hija de madre equilibrista y trapecista y de padre domador de leones y baterista, entre otras cosas. Mientras mis padres estaban en actividad en el circo, vivimos de forma trashumante hasta 1969, momento en que deciden abandonar la actividad y establecerse en Plátanos, Berazategui. Mi escaso acercamiento posterior a alguna actividad circense es fácilmente olvidable...
Durante años fui seleccionando fotos familiares de circo, afiches de giras y fui filmando a cada integrante relatando las historias vividas en la carpa. Continué la investigación con la colaboración de la historiadora de circo argentina Beatriz Seibel, la historiadora de circo brasilera Erminia Silva y con entrevistas a diferentes familias de circo y eso confluyó en la muestra de fotos FAMILIAS DE CIRCO en el año 2009 y en 2011/13 rodamos el film documental Cirquera junto a Andrés Habegger.


Mis primeros recuerdos de infancia.

Mis primeros recuerdos de infancia están ocupados por imágenes, sonidos y aplausos que provenían de la carpa del circo y de la casilla (rodante) en donde vivíamos. Ese era nuestro mundo y con el paso del tiempo descubrí y valoré sus particularidades: los viajes hacia mejores lugares para levantar la carpa, la organización (o falta de ella) para el trabajo, los momentos previos a las funciones, los amigos que se hacían en cada pueblo.
Mi familia tenía en esa época (y aún hoy) su propio sonido, como un nombre, un silbido que era el llamado de mi padres cuando necesitaban ubicarme. En realidad, cada familia tenía un sonido propio que la identificaba: los Rutkus-Riego, los Crinó, los Palma, los Gómez y en algunos horarios, cerca del almuerzo o del comienzo de la función, todos convocaban a su gente y los silbidos cortaban el aire, componiendo la sinfonía que se grabó en mi memoria y que hoy me impulsa a contar una historia. O varias.
Mi objetivo al presentar esta muestra es dar a conocer un material que involucra a personas que nacieron y vivieron en el circo cuando éste estaba en su apogeo siendo una de las actividades artístico-populares más reconocidas durante la primera mitad del siglo XX.


Álbum familiar.

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Circo. Escuela de vida.

Mi madre Elisa Riego, conocida en el ambiente circense argentino como “La Nena” Riego nació en Río Claro, Brasil en 1933. Hija de Fredy Riego y Rosie Dickinson, artistas que llegaron a Argentina alrededor de 1935 y que venían de trabajar en el circo Sarrasani con varios números, entre ellos, “El Trono” de 4 hombres de altura.
Desde muy niña Elisa aprendió a desenvolverse en diversos números circenses y hasta llegó a ser la cuarta altura de “El Trono” en el circo de los Hermanos Rivero.
Sus números fuertes fueron: percha, vuelos, alambre, cuerda indiana...

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Pero la vida en el circo prepara a las personas para los buenos y malos momentos, da herramientas para vivir y sobrevivir, ningún obstáculo parece difícil de superar, por eso cuando finalmente mis padres Elisa y Carlos abandonaron el mundo circense, tuvieron que aprender a ganarse la vida en otros ámbitos, a establecer su hogar en un lugar fijo, a cobrar una sola vez por mes, y no cada semana como era costumbre en el circo.
El cambio no fue fácil y sé que mi madre añoraba sus años de artista. Consiguió un trabajo en la cafetería del Sindicato de Variedades mientras su mente estaría imaginando algo más… Un día conoció a una mujer a quien le gustaba trabajar con niños y se le ocurrió que serían una buena dupla. Su padrino Remigio, su hermano Tito y Pablo, hermano de mi padre, habían sido buenos payasos, entonces se consiguieron ropa, aprendieron a pintarse, buscaron su propia identidad payasa, se asesoraron y aprendieron todas las entradas que se hacían en el circo. En homenaje a su padrino utilizó su mismo nombre de payaso: "Paganini". Así comenzaron a animar fiestas infantiles, cumpleaños, días del niño y todo evento que las convocara. De lunes a viernes trabajaba en el Sindicato y los fines de semana era payasa! Mi madre decía que el dinero no alcanzaba y que lo hacía por eso, yo creo que estaba tendiendo un puente entre sus dos vidas, la de circo y la nueva vida estable. Como si se mirara en un espejo, la primera que se reía de su payasa era ella y recuperó la alegría.

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Trabajaron mucho tiempo pero de esto hace ya unos 30 años. Hoy tiene 76 y hace unos meses una vecina de su barrio no tenía dinero para festejar el cumpleaños de su hija, mi madre la miró y le dijo: ¿cuál es el problema? No te preocupes, prepará la torta que lo demás te lo soluciono yo. Pidió ropa, peluca, pintura, se preparó y riéndose se fue caminando hasta la otra esquina para animar la fiesta de cumpleaños. La niña estaba feliz pero mi madre mucho más.
¿Creen ustedes que habrá algún artista en el mundo que haya abandonado el circo y que no regrese alguna vez de algún modo?...


El circo era redondo como el mundo.
Como al mundo lo podía recorrer.

El circo era redondo como el mundo. Como al mundo lo podía recorrer, descubrir. Saliendo hacia la derecha podía llegar rodeándolo al mismo punto de donde había partido, atravesando diferentes territorios -todos familiares- algunos más apacibles, otros más peligrosos.
Por las noches, al terminar la última función, se iban apagando las luces de la carpa y quedaban encendidas las de las casillas; se cruzaban algunos a tomar mate, a retrasar el momento de ir a dormir y así, entre charlas y risas, mi hermano Carlitos, Celeste y yo jugábamos sobre la cama... al circo.
A medida que adultos y niños nos calmábamos, se apagaban luces, voces y sonidos y nos preparábamos para descansar. En las noches frescas del verano, con la ventana abierta, me arrullaba el sonido que llegaba desde la jaula del león. Tranquilo, él también se iba durmiendo y se escuchaba su respiración entrecortada con levísimos rugidos a medida que se entregaba al sueño sin resistencia.


Cirquera.


La última gira.


Los Hermanos Mazeika.

Cuando al lituano Pobilas Rutkus lo enrolaron durante la Primera Guerra Mundial no imaginó que dedicaría el resto de su vida al circo y del otro lado del océano, en Buenos Aires. Tenía 21 años cuando la República de Lituania fue ocupada por Alemania y no tuvo otra opción que marchar junto a su primo León Mazeika hacia Ucrania para finalmente llegar a Alemania. Pero antes de terminada la guerra ya habían encontrado una actividad que los alejaba del horror, les generaba nuevas esperanzas y los guiaba hacia nuevos mundos.
Pobilas no se sentía bien pensando todo el tiempo en la muerte y en la pérdida de los compañeros caídos y creía que estos pensamientos no eran beneficiosos para nadie. Fue entonces cuando comenzó a imaginar con su primo algún tipo de entretenimiento, alguna forma de liberar la mente, de respirar otros aires y lo primero que se les ocurrió fue relacionado al deporte que a ambos les fascinaba, el boxeo. Recordando a los artistas callejeros que habían visitado su ciudad, se entusiasmaron con la idea de agregarle algo más artístico a esa actividad y comenzaron a preparar un número de gimnasia y levantamiento de pesas. Un checoslovaco entrenado en las artes circenses los vio y les enseñó a pararse de manos, a realizar una presentación artística con el saludo correspondiente, a elegir cuidadosamente sus ropas hasta que fueron armando el acto de gladiadores que en adelante presentarían como "Los Hermanos Mazeika, los ases de la fuerza hercúlea". Entraron a trabajar en el circo Krone que era, junto con el Sarrasani y el Haggenbeck, uno de los circos más importantes de la época. Después de unos meses de trabajo con mucho éxito y habiendo ahorrado algo de dinero decidieron tomar un barco desde Hamburgo hacia Estados Unidos. Cuando estaban por arribar les informaron que la oficina de migración en Estados Unidos estaba cerrada y que iban a llegar a Cuba, lugar en el que finalmente bajaron en 1925. Poco después estaban trabajando en el Circo Pubillones y Pablo (en América le tradujeron el Pobilas original) conoció allí al francés Fredy Riego quien sería, 40 años después, su consuegro. Fredy sabía varios idiomas, lo que les permitió a ambos comenzar a conocerse hablando en alemán, lengua que compartían.
Luego de unos meses de experiencia en el circo decidieron abandonarlo creando una compañía entre los Mazeika, los Riego, los Cantillana y comenzaron a viajar hacia el sur en carros, balsas, trenes, con presentaciones exitosas en cada uno de los países que visitaban: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia hasta llegar en 1928 a Argentina. En los programas y publicaciones de la época puede leerse: "Gran Circo América anuncia para la función del domingo el acto de resistencia de uno de los hermanos Mazeika, ¡sobre cuyo cuerpo pasará un auto con 16 personas!"
Sus presentaciones eran increíbles actos de fuerza física: doblaban hierros, clavaban clavos sobre madera con los puños limpios o se acostaban sobre clavos resistiendo un yunque al que se golpeaba con martillos, además del impresionante número de resistencia mandibular en donde León sostenía una escalera con los dientes sobre la que trabajaba Pablo.
En Argentina trabajaron en numerosos circos como el de Manetti o Fascio. También con los ya célebres Hermanos Podestá y formaron parte de la famosa compañía de los Hermanos Rivero. En esa época Pablo Rutkus se casó con Olinda Galli, nieta de Sebastián Suárez quien había inaugurado el primer circo argentino en Buenos Aires en 1860. Al poco tiempo nació Pablito, su primer hijo.
León Mazeika insistía en que era el momento ideal para armar su propia carpa porque el circo era el espectáculo popular más esperado en los pueblos, pero Pablo pensaba que debía abandonar su actividad artística, quería obtener un empleo en el ferrocarril aprovechando la experiencia adquirida en la guerra. Discutieron, no se ponían de acuerdo. León buscó los papeles que daban cuenta de la experiencia de Pablo como trabajador ferroviario y los quemó, no dejándoles otro camino que el que ya conocían debajo de la carpa.
Olinda se sumó al acto de gladiadores y junto a su madre comenzó a coser la que sería su primer carpa de lienzo, mientras Pablo y León armaban las 400 sillas de madera que ocuparían los espectadores del Circo Kaunas. En 1937 se instalaron por primera vez en un terreno al costado de las vías del tren que va hacia La Plata, entre las localidades de Plátanos y Hudson. La carpa de lienzo era muy poco resistente, razón por la cual la armaban por la mañana y la desarmaban al terminar la función. Cuando el clima no los dejaba trabajar se quedaban en la casa de Plátanos, en los amplios terrenos que habían comprado a una cuadra del arroyo. Nacieron Carlos, que siguió trabajando en el circo hasta los 35 años, y Nelson. Cuando pudieron comprar la carpa impermeable de lona Alpargatas, salieron de gira por el Gran Buenos Aires y el interior del país. Estando en San Juan en 1952 ocurrió uno de los terremotos más fuertes que sufrió la provincia y seguían allí el día que falleció Eva Perón: cuando se detuvo la función para anunciar su muerte, la gente se levantaba de sus sillas en silencio y así, entre lágrimas, abandonaba el circo.
Esa fue la gira más larga que hicieron sin volver a la casa de Plátanos, estuvieron durante 5 años ininterrumpidos recorriendo San Juan, Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires.
En 1953 el circo Kaunas cambió su nombre por el de Shangri-La hasta el día de su cierre definitivo, un año después de mi nacimiento, cuando una tormenta destrozó la carpa y ya no hubo manera de repararla.
Mi abuelo Pablo dedicó su vida al circo; cuando lo dejó definitivamente tenía 70 años. Recuerdo su particular acento lituano contándonos la historia de su vida y mostrándonos su álbum de fotos, mientras la revivía una y otra vez, de Lituania a Buenos Aires.


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